Esta semana, la empresa española EiDF (Energía, Innovación y Desarrollo Fotovoltaicos) volvió a cotizar tras su suspensión en el mes de abril por parte de la CNMV, cuando la empresa se retrasó en la publicación de las cuentas anuales. Y este regreso se ha saldado con una caída de más del 80% en bolsa.
El motivo por el que no se publicaron las cuentas fue que el auditor, PwC, se negó a firmarlas debido a las sospechas de manipulación. PwC exigió entonces a la empresa que contratara un informe forensic, es decir, un estudio más a fondo de lo habitual para ver si las cuentas de EiDF están limpias. Deloitte fue la encargada de realizar el informe forensic, y recientemente afirmó que hay importantes indicios de que la compañía ha recurrido a falsedad documental para inflar sus resultados. Todavía no se ha demostrado nada, pero de ser cierto estaríamos hablando de un claro fraude contable. En cualquier caso, la empresa ya ha iniciado un proceso de reestructuración para hacer frente a su abultada deuda.
Ahora que se está hablando de fraude estos días, he querido aprovechar para sacar a pasear algunos de los escándalos financieros más sonados de la historia reciente, como el de Enron y el de Bernie Madoff, dedicando también unas líneas al caso de Gowex, que no es tan importante como el de Enron pero que nos pilló bastante cerca por ser una empresa española.
El lobo de Wall Street (1998)
El fraude de Stratton Oakmont, ampliamente conocido por la película El Lobo de Wall Street, es un ejemplo de los riesgos a los que los inversores inexpertos se enfrentan en los mercados desregulados (OTC), aunque es verdad que la cosa ha mejorado bastante. A fin de cuentas, este escándalo sucedió en los años 90.
Jordan Belfort fundó Stratton Oakmont en 1989 con Danny Porush y Brian Blake. La empresa era un intermediario financiero dentro del mercado desregulado de acciones de baja capitalización. A estas acciones se las conocía coloquialmente como pink sheet stocks, ya que la información relativa a su cotización solía publicarse en informes de color rosa.
El fraude de Stratton Oakmont consistía en esquemas de pump-and-dump, cuyo procedimiento era el siguiente:
Stratton compraba acciones de muy baja capitalización en el mercado OTC (pink sheet stocks).
A continuación inflaba su precio mediante declaraciones positivas exageradas y sin fundamento, y también coordinando compras con “colaboradores”, es decir, amigos y conocidos. Al ser un mercado muy ilíquido, con poco volumen se podía mover mucho el precio.
Después presentaba el buen desempeño de estas acciones a inversores poco sofisticados, para convencerles de que las compraran y que así hicieran subir el precio mucho más. El vendedor era la propia Stratton, que había comprado a precios muy inferiores.
Una vez las acciones habían sido endosadas al inversor, la operativa coordinada de Stratton y sus colaboradores para inflar y mantener el precio cesaba, con lo que las acciones caían y el inversor sufría terribles pérdidas.
Posteriormente, empezaron a aplicar esta estrategia en el mercado regulado, en concreto en las nuevas salidas a bolsa (IPOs).
El FBI emprendió una cacería en contra de la sociedad, logrando el arresto de sus responsables en 1998. Belfort y Porush admitieron que durante siete años manipularon las acciones de al menos 34 compañías. Belfort fue condenado a cuatro años de cárcel, aunque sólo cumplió 22 meses gracias a su colaboración con el FBI.
Enron (2001)
El caso Enron es uno de los escándalos más notorios en la historia de los fraudes empresariales en Estados Unidos.
Originalmente, Enron se dedicaba a la administración de gasoductos dentro de EEUU, aunque luego extendió su negocio hacia la intermediación en derivados de gas y al desarrollo y operación de infraestructuras energéticas por todo el mundo, convirtiéndose rápidamente en una empresa internacional. Sin embargo, su ascenso se basó en gran medida en estrategias financieras de dudosa legitimidad, cuando no claramente fraudulentas.
Un ejemplo fue la valoración de activos mediante “mark-to-market”. Enron entraba en contratos a largo plazo de suministro de energía y commodities, a precios prefijados, y “estimaba” cuál sería el beneficio de los contratos de cobertura incorporados. De esta forma, calculaba el valor para estos contratos y lo reflejaba como un activo en sus cuentas. Dado que siempre era muy optimista con sus “estimaciones”, cada vez que firmaba un contrato se reconocía ganancias inmediatas, a pesar de que éstas muy probablemente no se darían y, en caso de que sí lo hicieran, sería a lo largo de los siguientes años.
El otro esquema contable más problemático fue el uso entidades de propósito especial (special purpose entities, SPE), que son compañías formalmente separadas de la empresa matriz, para ocultar deudas y activos tóxicos (es decir, activos que terminarían siendo deteriorados, generando pérdidas) fuera de las cuentas consolidadas de Enron. La ley permitía no consolidar los resultados de estas entidades ya que supuestamente Enron no tenía el control de las mismas por no tener la mayoría del capital, pero la realidad es que siempre tuvo un control efectivo, por ejemplo colocando a personas afines en los puestos directivos. Mediante el uso de SPEs, la empresa engañaba intencionadamente a inversores y supervisores
Todo saltó por los aires en 2001 cuando los inversores y analistas se dieron cuenta de la magnitud de las deudas ocultas y la fragilidad financiera de la compañía. Además, la empresa, cada vez más presionada por la comunidad inversora, anunció fuertes pérdidas en el tercer trimestre y la SEC empezó a investigar un posible fraude. Esto resultó en un desplome de las acciones de Enron. En diciembre, la compañía finalmente presentó la que en ese momento fue la mayor bancarrota en la historia de Estados Unidos. Miles de empleados perdieron sus trabajos y sus ahorros (planes de pensiones invertidos en la propia Enron), mientras que los accionistas lo perdieron todo.
El CEO de Enron, Jeffrey Skilling, fue condenado a 24 años de cárcel, posteriormente reducidos a 14, mientras que el presidente Kenneth Lay falleció en 2006 antes de dictarse sentencia. Además, el escándalo dio lugar a la aprobación de la Ley Sarbanes-Oxley en 2002, que introdujo regulaciones más estrictas sobre la contabilidad y el deber de información de las empresas cotizadas.
Esta crisis también se llevó por delante al auditor de Enron, Arthur Andersen, acusado de haber colaborado con Enron en el fraude. En 2005 fue absuelta, pero para entonces ya había sido liquidada.
Además de poner de manifiestos los defectos en la supervisión por parte de los reguladores y de la comunidad inversora, el caso Enron también sirvió para hacer ver los problemas de agencia que existen en muchas grandes empresas, en las que los dueños (accionistas) y los gestores (el CEO, el CFO y demás) son personas diferentes con incentivos diferentes. El equipo directivo de Enron era remunerado en gran parte en base al desempeño de las acciones de la compañía en bolsa, por lo que se afanaron en evitar que el precio cayera, y para ello recurrieron a prácticas ilegítimas. Esto no quiere decir que remunerar en base a la cotización sea inapropiado, pero tiene que estar muy bien diseñado para que los incentivos estén alineados.
Madoff (2008)
El caso de Bernard “Bernie” Madoff fue el de la típica estafa piramidal, también conocida como esquema Ponzi. Este fraude consiste en captar dinero de inversores para supuestamente invertirlo, pero ese dinero es apropiado de forma indebida para usos particulares (básicamente, para darse una vida de lujo). Para pagar a los inversores que puntualmente quieren retirar su dinero, se usa el dinero de los nuevos inversores que van entrando. Por tanto, para que el esquema no se venga abajo tiene que haber un flujo constante de nuevos inversores.
A través de la empresa Bernard L. Madoff Investment Securities, Madoff atrajo a multitud de inversores de alto poder adquisitivo durante los años 2000 con la promesa de rendimientos consistentemente altos y relativamente seguros, aunque trató de no ofrecer cifras demasiado espectaculares para no llamar demasiado la atención. Valiéndose de su reputación en la industria financiera (había sido presidente del Nasdaq y llegó a estar en comités asesores de la SEC) logró acumular miles de millones de dólares en inversiones ficticias.
Como ya he dicho, simplemente utilizaba el dinero de los nuevos inversores para pagar los rendimientos prometidos a los inversores anteriores que querían reembolsar. El analista Harry Markopolos alertó en múltiples ocasiones a la SEC de que el negocio de Madoff era un Ponzi, pero el regulador del mercado norteamericano hizo oídos sordos. Cuando finalmente todo salió a la luz y la SEC quedó en evidencia, Markopolos obtuvo el crédito que tanto se merecía.
El tinglado se derrumbó en 2008 cuando la crisis financiera desencadenó reembolsos netos por parte de los inversores. Dado que el esquema Ponzi solo puede mantenerse si entra nuevo dinero constantemente, Madoff no pudo seguir pagando los retornos prometidos y finalmente admitió que todo era una estafa. En 2009 fue arrestado (le delataron sus hijos, tras confesarles que todo era un fraude) y posteriormente condenado a 150 años de prisión por cargos de fraude y lavado de dinero, entre otros delitos.
Las pérdidas para los inversores se estimaron en 17.500 millones de dólares (65.000 si se incluyen las ganancias ficticias). Muchos se suicidaron tras perder los ahorros propios y ajenos en la estafa. También lo hizo uno de los hijos de Madoff, en 2010; había trabajado para él y se vio salpicado por el escándalo.
El propio Madoff falleció en prisión en 2021, con 82 años.
Gowex (2014)
El caso Gowex puede que no sea tan conocido, pero no quería dejar de incluirlo aquí por pillarnos muy de cerca, al tratarse de una empresa española.
Let’s Gowex (o simplemente Gowex) ofrecía servicios de conexión Wi-Fi en espacios públicos, como calles, plazas, centros comerciales y aeropuertos. La compañía proporcionaba acceso a internet gratuito o de pago a los usuarios a través de su red Wi-Fi. Hay que señalar que llegó a prestar servicios en la Gran Manzana de Nueva York
El modelo de negocio en principio no tenía nada sospechoso; los ingresos, en teoría, provenían de diferentes fuentes:
Publicidad y patrocinios: La empresa monetizaba su red Wi-Fi a través de la publicidad que veían los usuarios al usar el internet gratis
Suscripciones de usuarios premium (internet de pago).
Contratos con entes públicos y privados (municipios, centros comerciales, aeropuertos).
Venta de datos sobre tráfico en internet.
En 2014, el hedge fund Gotham City Research (sí, lo de Gotham City es por Batman) publicó un extenso informe en el que denunciaba que el 90% de los ingresos publicados en las cuentas eran puro humo, ya que se trataba de operaciones que la empresa llevaba a cabo consigo misma (a través de sociedades vinculadas) y por tanto no se generaba ningún flujo de caja. Como todos los fondos bajistas, la intención de Gotham era hacer caer el precio de la acción de Gowex, para así obtener rentabilidad de posiciones cortas abiertas poco antes. Más adelante dedico unas líneas a los inversores en corto.
El fundador y CEO de Gowex, Jenaro García, en un primer momento negó las acusaciones, pero finalmente confesó haber falsificado las cuentas de la empresa durante al menos cuatro años para ocultar pérdidas. Después, presentó su dimisión y se entregó a la justicia. La revelación del fraude contable llevó al colapso inmediato de la empresa, que cotizaba en el MAB (hoy conocido como BME Growth; es donde cotizan las empresas pequeñas españolas); y pagaron justos por pecadores, ya que muchos inversores huyeron de este mercado y cayeron las acciones de compañías que no tenían nada que ver con Gowex.
Por aquél entonces, yo trabajaba en el departamento administrativo de una gestora de fondos de inversión, algunos de los cuales tenían acciones de Gowex. Tras publicar el NAV de los fondos después del derrumbe de Gowex, recuerdo que recibimos alguna llamada de teléfono por parte de partícipes que pensaban que había habido algún error en el cálculo de la rentabilidad. No lo había.
A pesar de que el fraude se destapó en 2014, Jenaro García sigue a la espera de juicio. De hecho, él mismo ha solicitado entrar en prisión.
Wirecard (2020)
El caso Wirecard nos lleva a Alemania y al sector de servicios de pagos electrónicos. Wirecard AG, una empresa que ofrecía soluciones de procesamiento de pagos en línea, fue acusada de llevar a cabo una estafa masiva consistente en inflar contablemente sus beneficios y sus activos.
A principios de 2019, el Financial Times acusó a Wirecard de falsificación de cuentas y lavado de dinero en sus operaciones de Asia-Pacífico. La compañía negó las acusaciones y encargó un informe a KPMG para realizar una auditoría al respecto. El caso es que la jugada no salió bien: KPMG hizo público que Wirecard no había facilitado suficiente información para valorar la veracidad de las cuentas. En junio de 2020, su auditor, EY, se negó a firmar las cuentas y la policía registró la sede de la empresa como parte de una investigación criminal.
Finalmente, ese mismo mes la empresa admitió que no podía localizar 1.900 millones de euros en efectivo que supuestamente tenía en sus cuentas en bancos asiáticos (y que representaban el 25% de su activo total), y se declaró en bancarrota. La investigación de las autoridades sacó a la luz que Wirecard había estado falsificando y manipulando sus cuentas para inflar sus resultados.
Las miradas se dirigieron también hacia EY, que durante una década había dado por buenas las cuentas de Wirecard. En abril de este año, la justicia alemana le impuso la prohibición de auditar cuentas de empresas cotizadas durante dos años.
El (ex) CEO de Wirecard, Markus Braun, está siendo enjuiciado actualmente.
Hasta aquí mi exposición de casos de fraude contable y financiero. Si te interesan estos episodios, te recomiendo el canal de Lord Draugr en Youtube, especializado en hablar de fraudes de todo tipo. Además, para ver muchos y muy variados ejemplos de contabilidad creativa te recomiendo el libro Financial Shenanigans, de Howard Schilit.
Ahora hablemos un poco de los inversores en corto.
El coto de caza de los fondos bajistas
Existen inversores que buscan ganar dinero detectando fraudes como los que he expuesto en los párrafos anteriores. Gotham City y su papel en la caída de Gowex es un ejemplo.
El procedimiento de estos inversores, normalmente fondos, es ponerse cortos de las acciones de la empresa que supuestamente está cometiendo el fraude, y posteriormente publicar un informe acusando a la empresa, dándole toda la publicidad posible. Si el mercado da por buenos los argumentos (en los casos en los que la propia empresa reconoce el fraude, poca duda hay), se producen ventas masivas de acciones, el precio se desploma y el fondo cosecha grandes ganancias.
Aunque esfuerzos como el de Gotham ayudan a destapar fraudes y por tanto contribuyen a fomentar la transparencia en los mercados, démonos cuenta de que esta estrategia se mueve en terreno algo pantanoso, tanto por motivos éticos como por motivos legales. Para que el fondo bajista o corto gane dinero, no hace falta que tenga razón en sus acusaciones, es suficiente con que el mercado se lo crea y se ponga a vender por miedo. Por eso, si las acusaciones contra la empresa no están bien fundamentadas, se puede acusar al fondo bajista de manipular el mercado, lo cual es un delito; además de que no es ético soltar bulos para desatar el pánico entre los inversores.
Un ejemplo de ataque en corto (short attack) que no terminó de salir bien fue el de Harry Markopolos contra General Electric en 2019. Markopolos (que, como ya mencionamos antes, fue el primero en alertar del esquema Ponzi de Bernie Madoff) publicó un extenso informe acusando a la compañía de manipular sus cuentas desde los años 90. Yo encontré la inspiración para empezar a leerlo, pero mediada la segunda página asumí que eso no era para mí; no me estaba enterando de nada.
El caso es que General Electric, después de ceder alrededor de un 15% en bolsa tras la publicación del informe, remontó y siguió subiendo con normalidad, y hoy ya no se habla de ese supuesto fraude. Todo quedó en nada, al menos de momento. Es posible que ese 15% de bajada fuera suficiente para que Markopolos ganara dinero.
Más recientemente, en febrero de este año, Nagarro fue señalada en un artículo escrito por Melanie Bergermann, quien, según parece (no he investigado), contribuyó a destapar el escándalo de Wirecard. El caso es que esta periodista ha escrito también opiniones negativas sobre otras compañías, con la característica en común de que el fondo SIH Partners tiene o tenía posiciones cortas en varias de ellas. Nagarro es una más.
En su artículo, Bergermann alertaba de ciertas “banderas rojas” en Nagarro, como que es difícil contactar con ellos, que su ingreso medio por empleado está por debajo de los competidores, que su auditor no es de confianza y que no está generando caja. La compañía salió a defenderse de estos ataques, y lo hizo relativamente bien, aunque de momento no consigue remontar en bolsa. Con independencia de los argumentos esgrimidos por Bergermann, parece claro que había una intención de hacer ganar dinero a SIH Partners.
Para terminar, recordar que a veces estas estrategias bajistas salen terriblemente mal. En 2021, un grupo coordinado de inversores minoristas se puso a comprar masivamente acciones de la denostada GameStop, haciendo volar su precio y destrozando a grandes fondos, como Melvin Capital, que se habían puesto cortos. Aunque es difícil negar que los minoristas manipularon la acción de GameStop, lo cierto es que algunos fondos bajistas probaron un poco de su propia medicina.